
Conocí a Gabriel García Higueras cuando cursaba el tercer año de Historia en San Marcos y él, si mal no recuerdo, el primero. Por aquella época, un grupo de amigos y este Reportero sacaba adelante una revista de Historia (Sequilao) que tuvo, en algún momento, su cuarto de hora de fama. Cuando estábamos en la preparación de un próximo número, animado por un profesor que vio en él las cualidades que hoy lo distinguen, Gabriel se acercó para ofrecer una colaboración, un ensayo de casi 60 páginas sobre, si la memoria no me falla, la historiografía en el mundo antiguo.
Huelga decir que el trabajo era lo bastante sólido como para justificar su publicación, pero como era una revista de estudiantes (y lo digo en cuanto al financiamiento y no tanto por el rigor en el cual nos esmerábamos siempre con el número siguiente), las posibilidades de publicar semejante trabajo eran casi imposibles.
>>> Seguir Leyendo... >>>
Le propuse, entonces, publicar sólo las páginas introductorias (unas quince) y obviar las casi 45 dedicadas a las biografías de los historiadores mencionados en la introducción. Si bien accedió, recuerdo que se sintió descorazonado ante la evidencia de ver su trabajo mutilado. Y fue peor aún cuando se publicó con errores de composición. Ese es el primer recuerdo que tengo de él y que hoy se me viene a la memoria después de asistir a la presentación de su primer libro: Trotsky en el espejo de la historia. De su libro se puede decir lo que dijo Vargas Llosa de otro más famoso (Cien años de soledad): es el libro que me hubiera gustado escribir. Y lo afirmó no tanto por la temática del mismo, bastante ajena a mis intereses, sino por lo sólido de la investigación, lo bien escrito que está y la seguridad en el manejo de sus fuentes. Una investigación digna de envidiar que sólo prestigia a su autor. Enhorabuena, Gabriel. Y que vengan más.