En 1842 se trasladó a Lima e ingresó a estudiar leyes en el prestigioso instituto carolino, colegio mayor de la Universidad de San Marcos, donde aún retumbaba la elocuencia griega y la jurisprudencia romana del ilustre abogado, ex alumno y maestro del Convictorio José Faustino Sánchez-Carrión Rodríguez, a quien, sin duda alguna, José Gabriel hubiera querido tener de profesor y guía. No debemos olvidar que el convictorio estuvo bajo el rectorado del egregio abogado eclesiástico Toribio Rodríguez de Mendoza, quien aupó a sus antiguos discípulos y les entregó cátedras en el renovado San Carlos, como los abogados José Baquíjano y Carrillo, Manuel Lorenzo de Vidaurre y Encalada, Manuel Pérez de Tudela, José Joaquín Olmedo y Sánchez Carrión.
El héroe del Combate del 2 de Mayo de 1866 e ilustre jurista José Gabriel Gálvez Egúsquiza nació en Cajamarca, el 19 de marzo de 1819. Sus padres fueron el coronel José Manuel Gálvez Paz y doña María Micaela Egúsquiza y Aristizábal. Por lo tanto, hermano menor de Pedro José y mayor de Manuel María Gálvez Egúsquiza, quienes también destacaron como egregios hombres de leyes.
José Gabriel realizó sus estudios primarios y secundarios en su ciudad natal en el colegio Central de Ciencias y Artes, bajo la conducción del sabio y abnegado cura celendino Juan Pío Burga, conocedor y defensor del liberalismo, quien supo influir decisivamente en la mente y corazón de Gálvez Egúsquiza.
>>> Seguir Leyendo... >>>
Gálvez Egúsquiza se destacó como alumno carolino, empero no fue tan brillante como su hermano Pedro José.Y, ello, debido al carácter y personalidad antípodas de sendos hermanos, quienes tuvieron por maestro al no menos conspicuo presbítero y connotado jurista conservador Bartolomé Herrera, quien cifró grandes esperanzas en Pedro José, mas no en José Gabriel, para la continuidad y desarrollo de sus ideas,empero, dicho sea de paso, no pudo doblegar el espíritu de los Gálvez ni la sólida formación liberal recibida en Cajamarca.
Graduado de abogado ante la Corte Superior de Lima, en 1845, José Gabriel se inscribió en el Colegio de Abogados el 2 de enero de 1846. Meses después, el 7 de setiembre, contrajo nupcias con Ángela Moreno y Maiz, hija de un acaudalado minero. Entonces, decide ejercer la defensa profesional en Junín y Cerro de Pasco, habida cuenta los pingües negocios y las relaciones de la familia de su esposa. Se estableció en Tarma y aprovechó el tiempo para leer y enriquecer su formación tanto jurídica como liberal.
Con emoción y pasión, José Gabriel seguía paso a paso el desarrollo intelectual, académico y político de su hermano Pedro José, quien siendo profesor en su alma máter no tuvo empacho alguno en polemizar abiertamente con su antiguo maestro y rector Herrera. El convictorio se había convertido en el centro de estudios más conservador del país y algunos egresados carolinos consideraron, entonces, que la única solución válida para el país era asumir, plenamente, la opción política liberal. En esta esperanza también estuvieron otros ilustres juristas, como Luciano Benjamín Cisneros.A esta empresa se sumó José Gabriel, para lo cual retornó a Lima, en 1850.
Establecido en la capital se incorporó al plantel docente del Colegio de Nuestra Señora de Guadalupe. Enseñó filosofía moral, sicología, lógica y teodisea. La dirección la ejercía su hermano Pedro José, quien tenía una estrecha relación de amistad con el fundador y propietario del colegio, el hacendado iqueño Domingo Elías, gran liberal y primer candidato civil a la presidencia de la República, en 1851. Los Gálvez introdujeron una serie de reformas sustanciales en la educación que se impartía en el Guadalupe, convirtiéndolo en el baluarte del liberalismo en abierta oposición al Convictorio de San Carlos. Ello fue producto de la modificación de la currícula, lo cual implicó la enseñanza de derecho constitucional, derechos fundamentales y libertades públicas como base esencial para construir un nuevo Estado. En 1852, Pedro José dejó la dirección del colegio a su hermano José Gabriel, y dado el temperamento apasionado y la personalidad de acción compulsiva de éste, la polémica ideológica contra Herrera y los carolinos se agudizó en extremo.
Sin embargo, en honor a la verdad jurídica e histórica, debemos hacer hincapié en que José Gabriel coincidió con su ex maestro Bartolomé, en la concepción legal de la ejecución penal, específicamente, en las nuevas ideas correccionales que supo defender con atinadas fórmulas, según el ilustre jurista penalista español Luis Jiménez de Asúa.
En 1854, sonaron las campanas del cambio por un nuevo orden jurídico y social bajo la bandera de la revolución liberal que el pueblo exigía y a la que, oportunamente, se adhirió el general Ramón Castilla y Marquesado, en Arequipa, contra el corrupto, conservador y aristocrático gobierno del general José Rufino Echenique Benavente (1851-1855), del cual era parte el rector carolino Herrera. Sin dudar un instante, José Gabriel Gálvez Egúsquiza renunció a la dirección del colegio Guadalupe y se unió a la gesta popular. Durante la revolución, junto con su hermano Pedro José y los juristas Manuel Toribio Ureta y José Simeón Tejeda, fue uno de los gestores de las medidas libertarias que abolieron tanto el tributo indígena como la esclavitud, mediante los decretos de Ayacucho de 5 de julio y de Huancayo de 3 de diciembre de 1854, respectivamente.
El triunfo liberal definitivo se obtuvo en la batalla de La Palma, el 5 de enero de 1855. José Gabriel Gálvez Egúsquiza se hizo nombrar rector del Convictorio de San Carlos para liberalizarlo y contrarrestar la influencia de su ex rector y profesor Herrera. Luego fue elegido diputado por Pasco y Cajamarca ante la Convención Nacional de 1855. Hasta 1857 fue el factotum de la misma e impulsor de los grandes cambios constitucionales. De ella salió la Constitución liberal de 1856 que consolidó los derechos de igualdad, libertad, sufragio universal, soberanía popular, división de poderes y los otorgados en los indígenas y a los negros.
Hay que destacar que en esa magna asamblea, el abogado Gálvez solicitó que el ministro de Hacienda informara sobre la situación de las consignaciones del guano, promoviendo una profunda investigación sobre las conductas financieras de las casas consignatarias.
Para tal efecto, se aprobó la Ley del 9 de setiembre de 1857.Años después, dicho sea de paso, ésta sería la base de la política de los fracasados ministros de Hacienda y Comercio en el gobierno del presidente Balta: el ilustre jurista Francisco García-Calderón Landa y el notable periodista Nicolás de Piérola y Villena, quien llegó a suscribir el Contrato Dreyfus que sustituyó a los consignatarios.
Empero, la oposición conservadora con el apoyo del militarismo y los consignatarios pudo más y Castilla decidió terminar su alianza con los liberales y suscribió una nueva con Herrera y sus carolinos. La Convención fue cerrada por el comandante Arguedas el 2 de noviembre de 1857 y el legicidio fue ratificado por el general ex liberal, quien sólo se limitó a llamar la atención a su subordinado. Esta acción fue una declaratoria de guerra para José Gabriel, liberales y guadalupanos, quienes se vieron obligados a criticar y atacar a su antiguo aliado. En consecuencia, el estado de derecho, el ejercicio de las libertades públicas y preeminencia del liberalismo fue una primavera más en el convulso y permanente invierno político peruano. Los liberales pasaron a la oposición. Fueron acusados de atentar contra la vida de Castilla, el 24 de julio de 1860, y por ello víctimas de persecución y destierro. José Gabriel fue deportado a España y ahí se reunió con su hermano Pedro José, quien ejercía la representación diplomática peruana al no haberse enemistado con el Libertador. Una vez más, los temperamentos opuestos de los dos hermanos se pusieron de manifiesto. El rebelde pasaría a Francia mientras el ponderado mantuvo el cargo.
En 1862, Castilla concluyó su gobierno y los liberales deportados retornaron al país. José Gabriel se alejó temporalmente de la política para dedicarse por completo al ejercicio de la abogacía y desarrollar un proyecto académico que acariciaba desde tiempo atrás. En efecto, optó el grado de doctor en Jurisprudencia por la Universidad Mayor de San Marcos, el 14 de noviembre de 1863.
Los abogados de Lima le eligieron su decano en 1865 como reconocimiento a su contribución para consolidar el Estado de derecho y establecer los derechos fundamentales del ciudadano. Desde esa tribuna levantó su verbo encendido en defensa de la dignidad nacional que violaba flagrantemente el reino de España, ante la paciencia o desidia del flamante presidente general Juan Antonio Pezet. En efecto, éste había sucedido al mariscal Miguel San Román, quien falleció el 3 de abril de 1863, en ejercicio de la presidencia de la República. En verdad, Pezet, primer vicepresidente, recibió el mando supremo del general Pedro Diez Canseco, segundo vicepresidente, y casi de inmediato tuvo que afrontar el problema de la ocupación de las islas guaneras -San Lorenzo en el Callao y las de Chincha- por parte de la flota de la reina Isabel II. Gálvez criticó acerbamente la ineficiencia y falta de acción defensiva por parte del gobierno, lo cual originó su destierro a Chile, en abril de 1865.
La pasividad gubernamental movió las bases del patriotismo y surgió la revolución restauradora de la dignidad nacional que encabezó el prefecto de Arequipa, general Mariano Ignacio Prado Ochoa, en noviembre del mismo año. Sin dudarlo un instante, Gálvez regresó al país y se incorporó a las huestes revolucionarias acantonadas en Chincha y obtuvo el grado de coronel. Después del triunfo, se tuvo que consolidar la administración pradista, cuyo gabinete quedó conformado por José Gabriel Gálvez Egúsquiza y otros egregios juristas como Toribio Pacheco y Rivero, José Simeón Tejeda y José María Químper, en diciembre de 1865. Dicho sea de paso, la historia conoce a este grupo ministerial como el Gabinete de talentos. En él también participó el joven empresario Manuel Pardo y Lavalle, como ministro de Hacienda. Gálvez tuvo a su cargo la presidencia del Consejo de Ministros y el ministerio de Guerra y Marina, secretaría desde la cual hizo los preparativos para la defensa nacional, específicamente, del puerto del Callao.
Este fue el contexto del combate del 2 de mayo de 1866, donde, no obstante el triunfo peruano, perdió la vida José Gabriel Gálvez Egúsquiza, uno de los más preclaros abogados y connotado hijo de la patria. Dirigiendo las acciones en la torre La Merced, fue alcanzado por una granada disparada desde uno de los cañones de los buques de la escuadra española. En efecto, Gálvez no tuvo reparo alguno en ofrecerlo todo por el país y se convirtió en el héroe de la jornada. El liberal, el jurista, el civil que por amor a la patria se enfundó en un uniforme militar para defenderla con mayor hombría, valentía y coraje que los propios militares.
Gálvez como héroe militar está incomparablemente reseñado por el abogado Francisco Mostajo. En cambio, como héroe civil y del foro, lo está por uno de los más grandes historiadores nacionales: Jorge Guillermo Leguía. Nosotros, escribimos algunas notas para este ilustre hombre de leyes hace casi 20 años, en el diario Expreso (2 de mayo de 1986), con las cuales ganamos el primer premio del Concurso Periodístico sobre el Combate del Dos de Mayo -El Comercio, 2 de junio de 1986 y Expreso del 4 y 10 de junio de 1986-.
* Publicado en el suplemento Jurídica, del diario El Peruano, N° 74, el 29 de noviembre de 2005.
Tweet
Inicio »
Biografías
» José Gálvez Egúsquiza
José Gálvez Egúsquiza
Por Francisco José Del Solar Rojas






0 comentarios:
Publicar un comentario